Recuerdo el primer día que se nos planteó la idea de hacer un Hospital Boutique especializado en enfermedades e investigación neurológica. A veces alguien tiene un sueño y a veces ese sueño es transmitido con tal énfasis e ilusión que invade tu mente hasta convertirse en tu propio sueño.

El mar Caribe, una isla, una playa, arena, palmeras, agua, horizonte… ¿Cómo actuar? ¿Cómo no agredir? ¿Cómo respetar el entorno? ¿Cómo mejorarlo?…

Un centro hospitalario, un hotel, un tratamiento, una espera, un descanso, una recuperación…

La neurocirugía, la mente, las neuronas, la complejidad…

Todos estos aspectos se van entrelazando en tu pensamiento, se funden entre sí como la paleta de un pintor en la que se van mezclando unos colores con otros y como pincel la arquitectura dando forma a los espacios, a los usos, a los elementos, integrándolos y haciendo que todo empiece a encajar hasta el momento en que ves que no podría ser de otra manera.

Apenas hemos podido aún empezar a desarrollar este sueño hecho proyecto o este proyecto hecho sueño, en espera de inversión y concreción por parte de las autoridades.

A modo de esqueleto neuronal el edificio se ramifica en dendritas de diferentes usos, unas ligadas a la arboleda, otras a la arena, otras al agua. La dispersión del complejo coloniza el lugar sin acomplejarlo, sin acomplejarse, repartiéndose con él el protagonismo según el estrato en que se encuentre.

Los distintos tratamientos de los suelos, introduciendo la playa en el espacio central y haciendo que el edificio forme parte del entorno hasta sobrevolar e incluso introducirse en el agua como el caso del embarcadero para hacer que esta forme parte también del complejo.

Los quirófanos y el centro médico y las áreas de investigación más ligadas al silencio se internan en la selva en busca del aislamiento.

El sonido del ocio es mitigado por el del mar, permitiendo a ambos convivir en espacios visuales compartidos.